el afecto del guerrero

«- La vida de un guerrero no puede en modo alguno ser fría y solitaria y sin sentimientos — dijo —, porque se basa en su afecto, su devoción, su dedicación a su ser amado.

¿Y quién, podrían ustedes preguntar, es ese ser amado? Yo se los voy a mostrar ahora mismo.

– El amor de Genaro es el mundo — decía —. Ahora mismo estaba abrazando esta enorme tierra, pero siendo tan pequeño, no puede sino nadar en ella. Pero la tierra sabe que Genaro la ama y por eso lo cuida. Por eso la vida de Genaro está llena hasta el borde y su estado, dondequiera que él se encuentre, siempre será la abundancia. Genaro recorre las sendas de su ser amado, y en cualquier sitio que esté, está completo.

– Solamente si uno ama a esta tierra con pasión inflexible puede uno librarse de la tristeza — dijo don Juan —. Un guerrero siempre está alegre porque su amor es inalterable y su ser amado, la tierra, lo abraza y le regala cosas inconcebibles. La tristeza pertenece sólo a esos que odian al mismo ser que les da asilo.
Don Juan volvió a acariciar el suelo con ternura.

– Este ser hermoso, que está vivo hasta sus últimos resquicios y comprende cada sentimiento, me dio cariño, me curó de mis dolores, y finalmente, cuando entendí todo mi cariño por él, me enseñó lo que es la libertad.

– Escuchen ese ladrido — prosiguió don Juan —. Ése es el modo en que mi amada tierra me ayuda a darles esta última lección. Ese ladrido es la cosa más triste que uno puede oír.

– El ladrido de ese perro es la voz nocturna de un hombre — dijo don Juan. Viene de una casa en ese valle hacia el sur. Un hombre grita a través de su perro, pues ambos son esclavos compañeros de por vida, su tristeza, su aburrimiento. Está rogando a su muerte que venga y lo libre de las torpes y sombrías cadenas de su vida.

– Ese ladrido, y la soledad que crea, hablan de los sentimientos de los hombres — prosiguió. Hombres para los que toda una vida fue como una tarde de domingo, una tarde que no fue del todo mala, pero sí calurosa, y aburrida, y pesada. Sudaron y se fastidiaron más de la medida. No sabían a dónde ir ni qué hacer. Esa tarde les dejó solamente el recuerdo del tedio y de pequeñas molestias, y de pronto se acabó; de pronto ya era noche.

– El contraveneno de eso está aquí — dijo don Juan, acariciando la tierra —. La explicación de los brujos no puede en modo alguno liberar el espíritu. Ahí están ustedes dos. Han llegado a la explicación de los brujos, pero no tiene ninguna importancia el que la sepan. Están más solos que nunca, porque sin un cariño constante por el ser que les da asilo, la soledad es desolación.

«Solamente amando a este ser espléndido se puede dar libertad al espíritu del guerrero; y la libertad es alegría, eficiencia, y abandono frente a cualquier embate del destino. Ésa es la última lección. Siempre se deja para el último momento, para el momento de desolación suprema en el que un hombre se enfrenta a su muerte y a su soledad. Sólo entonces tiene sentido.»

– Ahora nosotros seremos otra vez polvo en el camino — dijo don Genaro. Tal vez algún día otra vez vuelva a entrar en tus ojos.»

— «Viaje a Ixtlán», Carlos Castaneda — Sabiduría Tolteca

Publicado en 2014, CONOCIMIENTO, REFLEXIONES.

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