biendecir


Esta noble palabra
viaja suave, sin fricción
conduciendo su intención
de ser llave que al corazón abra

Quiere ser hospitalaria
al convidar los buenos sueños
a que sean los primeros
en la renovación tan necesaria

Ya fue el tiempo de la razón
que ante el más sincero sentimiento
no ha podido ser cimiento
de nuestra bendita comunión

Esa palabra malograda
muda ante tanta grosería
que ante todo, no quería
ser tan mal entendida

Sin querer nada recibir
más si bien contar su versión
que no a tenido otra intención
que la de siempre biendecir

si no te apuras, no será


me prendo nueva vela
zurzo primaveras
me intriga ver tanto descontento
¿sigue gris el cemento?
elevo falsas anclas
re estreno las caricias
me baño con la brisa
¡siempre llevan prisa!
se detiene un poco el tiempo
se desploman los supuestos
no concuerdo con lo cuerdo
muy pequeños nos vemos desde cualquier estrella… desde cualquier universo
transito de medio lado
no te quito el tiempo
algunos enfadados
nos instruyen como es esto
no tiene razón
tanto desencuentro
creer que al sentimiento
no le hace bien estar contento
con mi regia cuchara
sorbeteo los modismos
salpico de ligereza
sobre los viejos dogmatismos
suele pasear la prosa más hermosa,
cuan lazarillo, a la conciencia que despierta
y por decirlo menos
me cansé de robar
a la vida su poesía
al tiempo la bendita oportunidad
el pasado se acerca a recordar
lo que no hemos sido
a avisarnos que, si no te apuras, no será
recojo mi solapa
le sacudo con gran gusto las pelusas
le retiro cualquier insignia que le haya visto manchas
ah!… es por las alas que no tiene mangas.

hay regalos que no te conviene recibir

esquivar

Era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo.
Al terminar la clase, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo:

– Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburridora.

El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado.

El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:

– ¿Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes?

El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.

– Por supuesto que no – contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho.

Cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar.

– No entiendo a qué se refiere -dijo el alumno confundido.

– Muy sencillo, – replicó el profesor –, tú me estás ofreciendo rabia y desprecio y si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo, y yo, Mi amigo, en verdad, prefiero obsequiarme mi propia serenidad.

Muchacho, tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa, yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón pero de mí depende lo que yo cargo en el mío.

Cada día, en todo momento, tú puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres poner en tu corazón y lo que elijas lo tendrás hasta que lo decidas cambiarlo.

Es tan grande la libertad que nos da la vida que hasta tenemos la opción de amargarnos o ser felices.

¿Qué escogiste tú?
Visto en Secretos de salud en forma natural sin químicos

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malos hábitos

hábitos
Me habitué a la costumbre de perpetuar el pasado.
Los mismos errores de siempre los hice tradición.
Heredamos los corrales y ni nos percatamos del encierro,
salvo que ya abriendo tus alas no te hayan podido convencer de que no sirven para volar.

Me acomodé a la rutina que promete asegurar el futuro
consiguiendo olvidar el presente con tanta ansiedad.
Así me ocupe de preocuparme, de temerle a la vida
y de competir por estar tanto o mejor que los demás polizontes que así han querido viajar.

Hice típica la reiteración del orden
que entre el caos me pueda dominar
y me descomprometí  con la responsabilidad
de asumir el desafío de la libertad.

Me hice sordo a las propias quejas
que denunciaban la infelicidad.
Castigué la insatisfacción
con la dura indiferencia.

He rendido mi poder, incluso le he vendido y con él tantos sueños,
al orgullo propio que me ha permitido entrar a esta realidad
donde pactamos la ignorancia de Ser.