Despójate del temor al futuro
y de las ansias de tanta preocupación
por adelantarte a los hechos.
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Libérate de los acuerdos
que hacen al mundo un sitio inseguro
al acarrear todo esa agobiante incertidumbre a cuestas
apresurando sus presencias
enajenándoles del valor que son
al Ser
… aquí y ahora…
todo lo que son.
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Ríndete a la vida.
Dale una chance a tu humildad
para reconocer lo poco y nada
que conoces del lugar que acoge tanta vida
y lo mucho que te arrogas saber
por cubrir un falso sentido de vulnerabilidad recreado
al obviar e ignorar
lo Magnífico del Espíritu
que nos ha traído a habitar las formas.
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Asume con naturalidad
todo sentimiento de fragilidad,
que no por ello deja de ser fortaleza,
como podrás apreciar en la naturaleza
y cada delicada flor erguida
entre las rocas, ante la ventisca, bajo los pies,
plena de ser lo que ella es.
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Así tú. Así cada presencia.
Ninguna se basta por sí sola.
Todas tan frágiles como fugaces
ante la inmensidad de la vida que les alberga.
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Asume el riesgo de vivir — antes de que “mueras” —
y darle oportunidad a lo no experimentado,
así tengas que salir del camino predefinido,
y quizás abrir una nueva huella para tu aventura.
No podrás menos que hacer fuerte y amplio
tu corazón/consciencia.
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Hazte de valor.
Encarna lo que concibas como posibilidad Superior.
Adquiere propiedad en ello
al sintonizar y afinar el sentir de tal,
que es ante todo, Experiencia
para las que sirven
todas las anecdóticas manifestaciones,
cuando al espíritu han acercado su sabor/saber.
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Descansa.
Comienza a descansar de todo esfuerzo heredado,
al hacer evidente lo vano de tanto
cuando aún no nos han posibilitado, y no lo harán,
acercarnos al tino de darnos, ante la Vida,
consagrada bienvenida.
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«Somos los que estábamos esperando.»
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Despertamos al Ser
en virtud de su merecimiento
para habitar el Paraíso.
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Nutre el ánimo
afín con tu saludable correspondencia.
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∴ Paz, Amor y Realización a todos los Seres
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