la actitud del Guerrero – Intro

Visto en El alquimista

rebelde

Quizá, la visión que tenemos del mundo, no sea tan real, verdadera y definitiva como pensamos.
¿Estamos seguros que todo es como está establecido? ¿Estamos realmente despiertos? ¿Conocemos realmente el mundo que nos rodea? ¿Nos conocemos de verdad a nosotros mismos?

Al primer momento podemos pensar que sí, pero si nos estudiamos un poco, veremos que desde el mismo momento en que nacemos, la familia, la educación, el colegio, la televisión, el sistema, etc., se encargan de darnos una descripción del mundo y de nosotros mismos, que no nos queda más remedio que adoptar como real.

Sin embargo, esa descripción está formada por un conjunto de ideas preconcebidas o conceptos preestablecidos de la realidad, es decir, que en realidad damos por sentado de antemano, que el mundo que nos rodea es de determinada manera, no en base a nuestra propia experiencia y comprensión, sino en función de lo que nos dice la ciencia, la sociedad, los códigos morales, las creencias religiosas, etc.
 Eso nos crea unas estructuras o esquemas mentales que serán más o menos rígidos en función de la persona y la influencia de su entorno.
Nos crea lo que podríamos llamar un “programa psicológico”, que nos envuelve y actúa de filtro alterando y condicionando todas las percepciones que podamos tener.
 De manera que, ante una misma realidad, dos personas con una “envoltura” distinta, no la percibirán del mismo modo.
Esto hace que no podamos percibir la realidad de las cosas limpiamente. Porque al tener el intelecto lleno de ideas preconcebidas, todo lo que percibimos es automáticamente comparado con ellas, de manera que lo que realmente percibimos al final, es el resultado de esa comparación.

Por lo tanto , nuestro mundo se reduce a lo que ya está establecido dentro de nuestra psiquis; y todo lo que no encaje con eso, es inmediatamente cuestionado, y lo clasificamos como raro, desconocido, metafísico, mágico, absurdo, “científicamente no demostrable”, e incluso a algunos, les genera tanto miedo e inseguridad que lo rechazan, lo rehuyen y hasta tratan de destruirlo o desacreditarlo, porque les rompe sus rígidos esquemas, porque pone en evidencia su ignorancia, su debilidad y el enorme vació que constituye, en verdad, su realidad interior.

Esto no es nada nuevo. Muchas veces se ha hablado de ello; y no es necesario buscar en las enseñanzas de ningún gran maestro, sino que incluso personajes reconocidos por la sociedad, hablan claramente de ello. Por ejemplo, el filósofo Emmanuel Kant, en sus obras “La Crítica de la razón subjetiva” y “La crítica de la razón pura”, explica que mediante la razón subjetiva, o el intelecto que todos conocemos, el hombre solo alcanza a conocer el “fenómeno” que es lo “aparentemente” real; es lo que resulta de comparar la realidad con lo que ya tenemos preestablecido, es la realidad filtrada por el “programa psicológico”. Pero nunca podrá llegar a conocer lo que él llama el “noumeno” o la “cosa en sí”, que es la Causa y esencia de los fenómenos. Eso solo es posible a través de la razón pura, que está más allá de los razonamientos.

Por ejemplo; seguro que alguna vez hemos visto a una persona y en relación a como va vestida, como habla, como se mueve, etc. nos hacemos una impresión, y por ella la juzgamos, damos por sentado que debe ser así o asá, porque en nuestro registro tenemos archivado que una vez nos contaron o vimos a alguien con un aspecto similar y que era de esa manera; entonces comparamos y adjudicamos esa calificación. Pero luego resulta que conocemos a esa persona en su esencia, su vida y las causas de su aspecto, su comportamiento y nos damos cuenta de que en realidad no era como habíamos pensado.

Lo que ha sucedido, es que una vez vimos o nos contaron algo y lo consideramos como real. Entonces nos creamos una idea preconcebida de que aquello era realmente así. Y al volver a percibir una imagen parecida, buscamos en los registros de la mente y nos limitamos a comparar volviendo a emitir el mismo juicio. Con lo cual, nunca alcanzamos percibir la Realidad del entorno, porque únicamente vemos las cosas a través de esa “envoltura” que altera la percepción y la condiciona de manera que acabamos viendo solo aquello que nos “conviene”, vemos a través de nuestro prejuicios (juicios a priori, ideas preconcebidas de la realidad).
Con esto, queremos hacer entender que el intelecto es la función más elemental de la mente, es muy limitado y solo puede percibir las impresiones que llegan a través de los cinco sentidos y con esa información el intelecto elabora conceptos y crea una descripción del mundo. A partir de ahí, toda impresión nueva es juzgada y comparada automáticamente con los conceptos preestablecidos que ya tenemos.

Pero ocurre, que el mundo es infinitamente más amplio de lo que podemos percibir por los cinco sentidos. Intentar alcanzarlo con el intelecto es como querer ver la luna con un microscopio.

Existen mundos paralelos aquí y ahora, pero solo es posible percibirlos a través de los sentidos del alma, y para ponerlos en actividad debemos despertar nuestra conciencia.

Platón también habla de ello en el “Mito de la Caverna”, y define al hombre común como un individuo encadenado dentro de una caverna, que solo puede mirar hacia el interior y ver las sombras (el fenómeno) de las cosas que están en el exterior, y las confunde con la verdad, con aquello que las causa (el noumeno), que es lo que está afuera, en la luz. Esto es exactamente lo mismo que dice Kant, solo vemos las “sombras” de las cosas.

Una referencia más cercana, es la película “Matrix”, que es una alegoría muy clara de todo lo que estamos hablando. Solo que las máquinas que tienen a los humanos esclavizados, no están afuera, sino dentro de nuestra propia psicología; son las que han creado ese programa que atrapa al hombre, ocultándole su realidad interior y manteniendo su conciencia dormida en un mundo de fantasía, haciéndole creer además, que está despierto, eliminando así cualquier posibilidad de despertar.

En otras palabras, si uno tiene la conciencia dormida, pero da por sentado que está despierto, nunca jamás podrá despertar. Solo lo podrá conseguir si encuentra un punto de referencia que le haga darse cuenta de su verdadero estado.

Todas esas “máquinas” constituyen lo que se conoce en psicología como Ego. Habitan en el subconsciente y las hemos creado nosotros mismos a lo largo de nuestra existencia. Cuanto más ego tengamos, mayor será el inconsciente y por lo tanto menor será el porcentaje de Conciencia despierta, es decir más dormidos estaremos.
El ego nos ha vuelto mecánicos. Las reacciones ante las impresiones que nos llegan, son totalmente mecánicas, porque ya estamos programados. Somos criaturas cargadas de hábitos y rutinas. Y encima la sociedad nos hace creer que somos libres, pero en realidad no lo somos tanto, porque pocas veces podemos decidir por nuestra cuenta.

Hay ya demasiados elementos dentro de nuestra psicología que condicionan nuestra conducta; demasiadas ideas preconcebidas enquistadas dentro de nosotros, acerca de lo que nos rodea, de lo que somos, de lo que nos gustaría ser y eso nos impide ver la realidad y expresarnos de manera natural.

No es muy difícil darse cuenta de ello por uno mismo; basta con auto-observarse un poco durante el día, para estudiar las reacciones que tenemos. Podremos ver entonces, que en la mayoría de situaciones, aunque aparentemente parece que escogemos libremente el actuar de una forma u otra, hay algo dentro de nosotros que condiciona nuestros actos. Si nos fijamos veremos que no siempre hacemos ni pensamos lo que queremos.
Esta es la manera como vivimos; como vive el Hombre Común; como una marioneta gobernada por toda esa carga que llevamos en nuestro interior, es decir por el Ego, que se constituye de nuestros miedos, culpabilidades, codicia, ira, envidia, orgullo, lujuria, e innumerables defectos más que tienen atrapada a nuestra esencia más pura, la Conciencia.

Todo eso conlleva muchas tensiones, sufrimientos, incongruencias internas. A menudo nos encontramos que estamos haciendo algo, pero entonces entra la mente y nos dice que deberíamos estar haciendo otra cosa y mientras, el cuerpo está deseando hacer otra distinta. Al final el desgaste energético es enorme.

Podremos darnos cuenta de que no hay una uniformidad absoluta dentro de nosotros, un equilibrio, una autoridad interna.

¿Porque no podemos dejar de pensar? ¿Por qué no somos coherentes, y ahora pensamos una cosa y a los cinco minutos lo vemos de forma distinta? Pues porque en realidad no somos una unidad. Hay miles de elementos en nuestro interior, que piensan, sienten y actúan por nosotros.

Pero existe la posibilidad de cambiar. Se puede dejar de transitar por la vida con la conciencia dormida. Se puede dejar de ser un hombre común para convertirse en Hombre de Conocimiento.

El Hombre de Conocimiento es aquel que, un buen día, oyó a su Conciencia que le susurraba a su corazón que había cosas que no encajaban con la descripción que tenía del mundo. Es aquel que al darse cuenta de que vivía experiencias que no eran compatibles con su “programa psicológico”, empezó a plantearse si existirían respuestas para tantos misterios.

Entonces empezó a buscar esas respuestas. Aunque seguía encadenado dentro de la “caverna” de Platón, empezó a girar la cabeza hasta que encontró la Luz.

La luz no es otra cosa que el Conocimiento. El único punto de referencia que puede ayudar al Hombre Común a convertirse en Hombre de Conocimiento, es decir, a ver el mundo de forma distinta, a darse cuenta que está dormido y encadenado detrás de una barrera racional que le hace confundir la realidad con una mera representación de ésta.

El Conocimiento es la Sabiduría Universal. No es para el intelecto, sino para el corazón, que es donde reside la Conciencia. No debe ser entendido o racionalizado, sino experimentado y comprendido.

Esta Sabiduría ha permanecido oculta a lo largo de cientos de años, protegida de la gran mayoría, bajo signos y claves que solo unos pocos podían interpretar y que iban transmitiendo en forma secreta.

Era necesario recibir una educación especial para desarrollar ciertas aptitudes internas que permitieran su comprensión y desarrollo. Por eso, en la mayoría de los casos, el pueblo llano no tenía acceso a ella, solo las familias de reyes, emperadores, faraones, nobles o elegidos.

Pero actualmente ocurre que estamos al final de un ciclo, nuestro sistema solar ya ha dado la vuelta alrededor de Alcione, la estrella central de las Pléyades, pasando bajo la influencia de las 12 constelaciones, correspondientes a los 12 signos zodiacales, y esto ha puesto en actividad muchas partes de nuestro cerebro y mente que nos van a permitir comprender y asimilar muchas cosas que antes hubiera sido imposible sin esa preparación especial.

De hecho, Jesús el Cristo, Budha, Mahoma, Quetzaltcoatl, entre otros maestros, ya vinieron en su momento a dar públicamente el Conocimiento. Vinieron a explicar exactamente lo mismo aunque con distintos matices en función de cada cultura. Pero en ningún caso vinieron a fundar religiones ni sectas. Lo que ocurrió es que fueron mal interpretados por el pueblo; no se comprendió su mensaje porque se trató de entender desde detrás de la barrera racional y eso no permitió ver el “noumeno” del que habla Kant; y a la larga solo generó creyentes y ateos, que al fin y al cabo son dos caras de la misma ignorancia.

Creer, no lleva a ningún lado, solo genera más cadenas y dependencias psicológicas.

El Conocimiento, insistimos, no es para creerlo, sino para experienciarlo. Tiene la finalidad de estructurar dentro de nosotros cómo funciona todo; para que cada uno por sí mismo, cuando viva una experiencia, pueda reconocerla, pueda asimilarla y comprenderla, convirtiendo ese conocimiento en algo propio, personal y verdadero dentro de sí mismo, es decir, en Sabiduría.

Por ejemplo, si hablamos de la cuarta dimensión y de la posibilidad de salir del cuerpo y hacer viajes astrales, no es para que lo racionalicemos, ya que sólo nos daría la opción de creerlo o no creerlo, opinar, debatirlo, y eso no nos conduciría a nada.

La finalidad de transmitir el Conocimiento es para que si alguien tiene una experiencia de ese tipo y se ve conscientemente fuera del cuerpo y se da cuenta de que es él mismo y es capaz de pensar, de sentir y de moverse de un sitio a otro, sepa reconocer lo que le está ocurriendo y pueda comprenderlo.

Entonces, para esa persona el conocimiento ha dejado de ser algo meramente intelectual. Se ha convertido en sabiduría, porque sabe por sí mismo que la posibilidad de salir fuera del cuerpo es una realidad. Y aunque venga el científico más experto a discutírselo, uno sabe que es verdad.
Pero entonces, se dará cuenta de que es su verdad y no la puede transmitir a nadie, en cualquier caso, puede dar la teoría y las prácticas para que otra persona llegue a experimentarlo por sí misma.

Esa es la finalidad de una Escuela de Conocimiento: dar los medios para que cada uno encuentre la verdad dentro de sí mismo.

Cuando uno empieza a tener las claves, se da cuenta de que realmente el Conocimiento es universal y que es tan antiguo como el Mundo, porque está presente en todas las culturas y en todas las épocas.

Podemos ver los mismos símbolos en Egipto que en una catedral gótica, que en una escultura griega o que en una pirámide de la cultura Maya o Azteca o de los Incas o en el Tibet, en la India o en China, etc.

Incluso en la Biblia existen los mismos símbolos que en el Corán, la Thorá o que en las palabras de Budha.
Iniciar el Camino del Conocimiento implica empezar a rebelarse contra el estado en que nos encontramos. Se trata de iniciar una revolución contra todo lo establecido, pero no afuera, sino dentro de nosotros, este es el gran secreto.

Hay mucha gente que se da cuenta de como está el mundo y sienten esa necesidad de rebelarse, de cambiar las circunstancias, pero canalizan mal esa rebeldía y enfocan todo su esfuerzo hacia afuera, se afilian a tal o cual grupo o simplemente deciden vestir de determinada manera para mostrar su disconformidad con lo establecido, y está bien, no es que estemos en contra de eso, podrán ayudar a alguna causa concreta, pero jamás lograrán de verdad, cambiar el fondo de la cuestión, es decir, a sí mismos.

Hay una ley cósmica, conocida como la “Ley de Correspondencia”, que dice que como es adentro es afuera y como es arriba es abajo, es decir, que el estado actual del planeta, no es más que el reflejo del interior de cada uno de los individuos que lo habitamos y, de la misma manera, nuestro entorno más cercano no es más que el reflejo de nuestro interior. Por lo tanto, para cambiar el mundo, es necesario que todos sus habitantes o gran parte de ellos, cambien internamente.

De hecho existen experiencias al respecto. A veces se han hecho experimentos en los que determinados grupos han estado haciendo trabajos conjuntos de meditación durante unos días y en esa ciudad ha bajado el número de actos delictivos, por ejemplo.

Así pues, para cambiar nuestro mundo, hay que empezar por cambiarse a uno mismo.
Y pueden estar seguros que cuando uno empieza a transformarse, cambia su estado interior, cambia su vibración energética, aumenta su nivel de Ser y en consecuencia se empiezan a generar y a atraer circunstancias nuevas afines a su nuevo estado.

Es cierto que cambiarse a sí mismo no es cosa fácil, pero está al alcance de cualquier persona que anhele hacerlo. A partir de ahí, solo se requiere de otra cosa más: Adoptar la Actitud del Guerrero.

Para convertirse en Hombre de Conocimiento se necesita ser guerrero, rebelde.
Se trata de empezar a liberarse de las cadenas de las que habla Platón y salir de la caverna.
Pero cuando uno elimina su “programa psicológico”, ya no hay nada que le dicte cómo tiene que actuar, ni qué tiene qué pensar, ni qué tiene que sentir; uno empieza a ser libre, y eso no es sencillo, ya que implica pensar por uno mismo, tomar decisiones y por lo tanto, asumir la responsabilidad hasta la última consecuencia de esas decisiones, y para eso se necesita ser osado y valiente.

Ser guerrero no define ninguna característica externa, no tiene nada que ver con la edad, ni con el sexo, ni con el aspecto físico. Puede serlo una dulce abuela de 70 años, o un joven de 16. Ser guerrero es una actitud, es una resolución interior, es un modo de vida.

Se trata de tomar el compromiso con uno mismo, y sólo con eso, ya se empiezan a mover cosas y a generar circunstancias nuevas. Nos sincronizamos con la naturaleza, el universo, la existencia; y ésta nos corresponde.

Publicado en CONOCIMIENTO, MENTE.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *