Te miro…
desde lo salvaje te observo.
Cauto, pues tu demencia ignora los atentados a la vida.
Pero te compadezco… eso de ser humano no debe ser cosa fácil.
Ahí acorralados… trabajando por mantener sus prisiones, ahogados en deudas con el tiempo, robándose la oportunidad de llevarse bien con la existencia, ignorando la libertad de vivir a salvo – salvaje – junto a la naturaleza que les concedió, como a tantos, la bendita oportunidad de guardar en sí un corazón.
Siente en lo profundo… esa tu respiración se alimenta de la Esencia que ha sostenido la Vida por eones de tiempo sin miramiento alguno… comunicado el mismo aire entre mendigos y reyes, enfermos y sanos, aves, plantas, bestias y ángeles.
Te miro y, aunque me has enseñado a temerte, no puedo dejar de hacerlo…. pues eres paradoja para la conciencia mientras, estando ahí, aún reniegues de la Vida y su poder de Amor que te ha convidado a participar de tanto.